Sexta carta. Cartas a quien pretende enseñar, de Paulo Freire

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De las relaciones entre educadores y educandos

“La práctica educativa en la que no existe una coherencia entre lo que la maestra dice y lo que la maestra hace es un desastre como práctica educativa”

Ser congruente en el decir y hacer (vivir) por lo tanto es lo primero que vale en la construcción de relaciones.

Freire narra una experiencia estudiantil de uno de sus docentes sin capacidad para hacerse respetar y de cómo se prometió evitar repetir el patrón, pero tampoco llegar al extremo contrario y ser autoritario y arrogante.

Como docentes, piensa Freire, necesitamos construir relaciones a favor de la justicia, la libertad, el derecho a ser y el respeto y defensa hacia los más débiles. Mostrar que ética y estética se deben dar la mano.

Otro caso que cita es el de Carlinha, una niña pobre en una favela brasileña que vivía con su abuela y que, gracias a la educadora y pedagoga Madalena F. Weffort, asumió prácticas de higiene corporal que le llevaron a redescubrirse (tanto ella como su abuela) y emplea ese ejemplo para reflexionar en cómo, lejos de la ingenuidad, “nuestros educandos son uno de los caminos de los que disponemos para ejercer nuestra intervención en la realidad a corto y largo plazo”, al reconocer las condiciones del contexto en que viven.

Tratar de conocer la realidad en la que viven nuestros alumnos es un deber que la práctica educativa nos impone: sin esto, no tenemos acceso a su modo de pensar y difícilmente podremos, entonces, percibir lo que saben y cómo lo saben.

Disciplina en el hacer y el estudio, cuidado de la salud, honradez en la práctica, lucha por los derechos, competencia en el desarrollo de los contenidos y compromiso a favor de la justicia social…esa congruencia en el decir y el hacer (ese dar testimonio) de las y los docentes construye la relación con sus estudiantes.

El discurso de Freire profundiza en la búsqueda de nuevos sistemas, ni neoliberales ni de “viejos partidos de izquierda, condenados a morir de frío”…

Las y los educadores no son santos, no son perfectos, son seres humanos con valores, que a veces cambian de parecer, que buscan la libertad, que también tienen fallas, que a veces son puestos a prueba por sus educandos (la mayoría de veces con la esperanza de que no se les decepcione)…por ello hay que mantener la humildad (ver carta 4).

Dado que las relación entre educandos y educadores son complejas, vale la pena pensar constantemente sobre ellas y evaluarnos.

Una experiencia más narrada es un encuentro entre Freire y adolescentes de la que se desprende que también los estudiantes buscan relaciones democráticas basadas en el respeto mutuo…sin obediencia ciega (autoritarismo) y sin espontaneísmo (ambientes desordenados).


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