Primer día de clase.
En esta carta Freire dedica sus reflexiones en torno a la situación de quien, por primera vez se expone “por entero” a sus alumnos.
Comienza aclarando que no tiene la respuesta absoluta, pero pone su saber y experiencias al servicio de docentes, tanto noveles como experimentados. Y claro, nuevamente convoca a la inteligencia del lector para comprender y desafiar lo que encontrará.
Recuerda que las inseguridades, timidez e inhibiciones, son algo normal. Los docentes somos humanos. Y reflexiona sobre el mejor camino para vencer el miedo: asumirlo. Reconocer que existe no solo nos muestra humanos, limitados, sino que inicia la lucha para superarlo y además ganamos en empatía con los alumnos, pues el miedo no se esconde en falsos autoritarismos.
Igual habla de la importancia de “leer” una clase como si fuera un texto, para lograr descifrarlo (movimientos, inquietudes, miradas, reacciones)…lo mismo con todo lo que forma parte de la identidad cultural de los otros: sus gustos, valores, lenguajes, prosodia, sintaxis, ortografía, semántica.
Invita a respetar desde entonces, por ejemplo, sus formas de expresión, antes de mostrar la gramática dominante (del dijistes, al dijiste…del haiga al haya)
Entender el lenguaje y comportamiento de los alumnos y permitir que ellos entiendan el propio.
Así como al leer un texto se necesitan instrumentos de apoyo (diccionarios, manuales, enciclopedias), al leer la clase necesitamos aprender a observar, intuir, imaginar, liberar la sensibilidad…
Cuidar no solo las prácticas congnoscitivas, sino atender también los deseos, sentimientos y emociones.
Trabajar los contenidos con una dosis de conocimiento crítico para entender las condiciones sociales, culturales y económicas del contexto de los alumnos.
Y no temer a las necesidades del mundo afectivo de muchos niños y niñas, sino saber que ello demanda de personas que practiquen la docencia con profesionalismo, competencia y amor.
En la lucha por la construcción de un mejor mundo, el papel de las maestras y maestros es indispensable, pero debemos evitar la ingenuidad y actuar con estrategia.
Promover la creatividad, imaginación y curiosidad desde la primera clase: danza, ritmo, dibujo, escritura, oralidad…todo lo que permita que los alumnos construyan la escuela que requieren
“¿Por qué no introducir conocimientos científicos que directa o indirectamente se hayan relacionados con pedazos de su imaginación?
Evitar el conformismo.
El conocimiento de nosotros mismos, nuestro cuerpo, de las personas con quienes vivimos y los espacios que habitamos (como el aula, el recreo, la escuela y su contexto) nos posibilita entender la historia previa, como nos hace y rehace y la historia que construimos y entonces entender el mundo.
“Creo que de esta comprensión resultara una nueva manera de entender lo que es enseñar, lo que es aprender, lo que es conocer, de la que Vygotsky no puede estar ausente”.