Séptima carta. Cartas a quien pretende enseñar, de Paulo Freire

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Séptima carta

De hablarle al educando a hablarle a él y con él; de oír al educando a ser oído por él

Sobre la primera parte del título de la carta, Paulo Freire establece que habrá momentos en que la educadora, como autoridad, diga lo que debe ser hecho, que establezca límites que eviten la permisividad, pero habrá otros en que hable con el educando. Ello implica ser conscientes de las tensiones entre autoridad (que no autoritarismo) y libertad (no espontaneísmo), evitando asumir posiciones erróneas o extremas.

Freire nos recuerda que la educación, nos guste o no, no es un acto neutral y por lo tanto, se requiere que la educadora evite la ambigüedad frente a la libertad y la autoridad, asumiendo una posición democrática que contribuya a la formación de ciudadanos y ciudadanas responsables y críticos.

La salvación a los problemas de un país no está depositada en la escuela democrática, pero pasa por ella, la necesita, no se hace sin ella. Porque para vivir la democracia se requiere del derecho a actuar sí, pero también a ser escuchado y a hablar, así como de defender ese derecho a través del pensamiento crítico.

La escuela debería ser un espacio donde se escuche a otros y se les respete, donde haya tolerancia, donde se respeten las decisiones acatadas por la mayoría y donde tampoco falte el derecho a expresar la contrariedad, la pregunta, la crítica…el debate.

También se debe perder el miedo a señalar el derroche, para evitar practicarlo en la escuela. Igualmente evitar el racismo, el machismo y cualquier negación del humanismo.

Y, como expresión del todo, observar y aplicar lo que se dice en la vida pública y se hace en la vida privada. Porque de poco sirve considerarse un hombre progresista en público, pero actuar como dueño de la familia propia asfixiando a la mujer y a los hijos…e igual de ser una mujer que lucha por la defensa de los derechos, pero que no trata con respeto y gratitud a la cocinera que le sirve un vaso de agua.

La democracia no se hace con palabras, se hace con reflexión y práctica. Y como educadoras y educadores no podemos eximirnos de las responsabilidades fundamentales para construir democracia, porque de nuevo, guste o no, la educación no es un acto neutral, sino político.


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