Esta semana tuve la oportunidad de visitar cinco escuelas primarias pertenecientes a la zona escolar donde me desempeño, tres públicas y dos privadas. Lo que hice en cada una fue distinto:
En el caso de la primera pude observar el trabajo de una maestra joven, pero con experiencia en primer grado, así que de entrada se sintió un ambiente controlado en el mejor sentido del término, es decir, la maestra se desenvolvía con total seguridad en el aula, daba instrucciones precisas, atendía las preguntas y necesidades de los alumnos casi de manera simultánea y aún se dio tiempo de proporcionarme una copia en media hoja carta de las dos actividades que aplicó y guio durante el tiempo que estuve sentado en un rincón del salón. No hubo tiempo para charlar de la actividad y no lo creía prudente, ella tenía la mejor disposición, pero no quise interrumpir su atención a los niños y además quería solicitar un espacio de trabajo en la propia escuela (para un proyecto que desarrollaré, sobre el cual reflexionaré y escribiré también, pero más adelante).
La segunda escuela pública que visité fue el martes, la razón de elegir ese grupo (uno de los cuatro de primer grado que tiene el plantel) fue que la maestra comunicó en una oportunidad la incertidumbre de enfrentar el grado, durante la sesión inicial del diplomado en alfabetización inicial. Aunque recién entré al aula la maestra se mostró con un poco menos de seguridad, conforme transcurrió la clase observada se fue revelando con bastante tranquilidad y dominio de una estrategia heredada de maestros que han impartido el grado con anterioridad, con buena aceptación tanto del colectivo docente como de padres de familia, pero que el nuevo equipo de trabajo está validando y haciendo suya. Lo que rescato, sin embargo, no es la aplicación de la estrategia, sino el análisis de la propia práctica que la maestra está realizando pues apostaría que la llevará a crear una que complemente lo aprendido en los hábitos que han dado resultados en el pasado, pero en función de los retos que decida enfrentar como parte de la revisión de la teoría presente en los programas actuales y, sobre todo, en su ejecución en el aula. Al final conversé unos minutos con ella y es de aquí de donde se desprende mi juicio anterior sobre los alcances que obtendrá la maestra durante el ciclo escolar.
La escuela que visité el miércoles fue una particular, lo que en México se entiende como “colegio” y que desde mi visión merecen un seguimiento académico igual que las escuelas públicas, no solo por pertenecer al sistema educativo sino por los aprendizajes que se desprenden del proceso, para todos. Aquí tuve condiciones no para observar clase, pero sí para platicar unos minutos con más detalle sobre lo que dos maestras han hecho en estas primeras semanas del año lectivo. Me agradó la honestidad para compartir sus registros, su interpretación diagnóstica y especialmente la canalización de apoyos para los alumnos que atienden con su departamento psicopedagógico. Son maestras con mucho entusiasmo por compartir y aprender en pro de su actualización constante.
La siguiente escuela observada (privada también) fue una que funciona con una propuesta educativa cercana a la metodología Montessori. Igual que en las anteriores centré mi visita en el grupo único de primer grado; una maestra que atiende a seis alumnos, pero que el día que observé tenía a cinco. El acondicionamiento del espacio, materiales disponibles e incluso diseño del edificio, aunque pequeño, es muy especial. Vi trabajar a la maestra el cierre de una actividad dirigida al primer proyecto del libro de texto gratuito de Lengua Materna. Español. Enseguida pude leer yo mismo un libro que llevaba preparado, lo hice según la forma en que los niños están acostumbrados (ellos y la maestra se acomodaron sobre un tapete en el piso); lo que me fascinó no fue tanto la demostración de habilidades próximas a la lectura convencional del título y fragmentos del cuento, sino de lo que como parte del diálogo espontáneo compartieron: me platicaron por ejemplo cómo es que a diario tienen un horario de asamblea para charlar y solucionar los conflictos que se presentan, derivar reglas (¡cada una como producto de una experiencia vivida!) y aprender sin enfocarse en las personas, sino en los temas que se discuten. Al final me llevé comentarios de agradecimiento por la lectura realizada y además le proporcioné a la maestra un material para aplicar posterior a lo que aprendimos, así que fue una experiencia donde todos ganamos.
La última escuela fue una multigrado. Conozco al maestro desde hace años, debido a que hemos compartido sesiones de Consejo Técnico, el cual desarrollé en los cinco años anteriores con maestros de la modalidad, así que tengo más confianza con él. Como llegué en el recreo pude platicar sobre los cambios en infraestructura que recientemente empezó, lo que proyecta a futuro y algunas necesidades que aún tiene. Después me autorizó a continuar la clase después del receso con la lectura del mismo libro que leí en la escuela de la metodología Montessori. Dirigí la actividad para sus diecisiete alumnos presentes y no solo para los tres alumnos de primer grado y una de segundo de quienes antes me ha compartido reflexiones sobre su desempeño. Noté a los alumnos entusiasmados y participativos, así que al final le dejé no solo el material que acompaña la lectura, sino el propio libro.
Con todo lo vivido en esta cuarta semana del ciclo 2022-2023 y con esta reflexión semanal, llego a la conclusión de que el intercambio de experiencias, retos, necesidades y soluciones encontradas entre maestros de diferentes contextos sería una posibilidad de crecimiento de gran valor; espero que el CTE de este ciclo incluya de nuevo al menos una sesión de aprendizaje interescolar.
Pd. Sí, también en Nayarit hubo sismo el día 19 de septiembre de 2022, pero ocurrió minutos después de las 12:00pm, cuando ya había visitado la primer escuela.