#AnécdotasDocentes
Con el primer pago que me dieron por mi trabajo como docente en la sierra, me dirigí contento hasta un pequeño restaurante de mariscos y pedí una ensalada de pulpo y un refresco…como ese día justo iba «bajando» de la comunidad, seguramente no olía a perfume que digamos y además traía mi ropa un poco sucia.
La persona que atendía el local me sirvió el refresco, pero no el pulpo. Como era temprano supuse que se debía a que tenía que picar verdura o algo así, pero después noté que se comportaba raro porque volteaba a verme una y otra vez mientras hacía algo desde la cocina. Yo me tomaba mi refresco muy tranquilo cuando de pronto se animó a caminar hasta mí y me dijo con pena, «oye, el pulpo cuesta caro eh»…yo le di un trago más a la botella y con la seguridad de un cacique le respondí, «sí, ya sé…tráelo por favor».
Cuando terminé de comer aquella ensalada de pulpo (que disfruté con toda calma) pagué la cuenta y dejé una buena propina. Al levantarme caminé despacito y con el pecho erguido, cual torero vitoreado.