No sé qué piensen al respecto, pero a mí me divierte el hecho de que algunos taxistas o conductores de Uber y similares, digan haber visto o sido testigos de las principales notas, hechos y chismes que trascienden en una ciudad: ellos iban pasando cuando ocurrió, estaban ahí y lo vieron en primera fila, le dieron servicio a uno de los protagonistas quien después les contó la verdad, o conocen más datos de la versión oficial (casi les toca el choque, estaban cuando el famoso llegó, vieron cuando el político hizo X cosa… incluso han llevado al fantasma de la ciudad ). En fin, o tienen mucha suerte o poseen el don de la ubicuidad. Pero no es exclusivo de un lugar, no sé si sea cultural, aunque más bien creo que en todo el mundo debe haber personas así, ¿no?
No digo que sean mentirosos, sino que tal vez de tanto escuchar lo que se cuenta en sus autos terminan haciendo suyas esas historias…o las escuchan y luego «enriquecen»…o las leen y se ven allí, o ven muchas películas…o quizá sea parte de un código secreto, no lo sé. El caso, repito, es que a mí me divierte mucho y les sigo el juego: me admiro, pregunto, me espanto, casi los felicito. Si pudieran calificarme como pasajero yo creo que me saco un diez por no desmentirlos.
Aunque confieso que desde hace años, hago algo que me divierte más. Y por favor no vayan a creer que estoy loco (creo). El hecho es que también yo «me pongo creativo» y me invento historias; como dice aquella canción de Joaquín Sabina que nos recuerda que como sale gratis soñar y no existe la reencarnación, a veces conviene ponernos otros nombres y colarnos en el traje y la piel de los hombres que nunca seremos…así que sigo esas instrucciones de vez en cuando y entonces juego a ser personas que nunca fui, soy o seré (bueno no sé…también me atrae lo del pirata cojo, con pata de palo, con parche en el ojo y cara de malo).
La cosa está en que desde ayer, cada que tomo un taxi juego a que soy reportero de un medio de comunicación cultural que se encuentra en la Feria Internacional del Libro en Guadalajara…soy casado, tengo treinta y tantos, a veces trabajo de día y otras de noche, en ocasiones voy cansado de trabajar o apenas voy entrar, dependiendo la plática y lo que me pregunten los taxistas le pongo, le quito o le cambio cosas a mi personaje. Ni me dañan, ni los daño, todo queda en el auto…nos entretenemos en el recorrido, ejercito mi imaginación y quizás les sirve a ellos como material para nuevas historias. Total, como dice el dicho «una de cal por todas las de arena».
Y ya en serio, ¿han jugado (o jugarían) también a eso…o de veras necesito atenderme?