En México, hoy se cumplen 510 días en que maestros y alumnos dejamos de ir a las aulas por la llegada del Covid-19. Y según leo y escucho en los principales medios de comunicación nacionales las posturas en torno al regreso presencial para el próximo ciclo escolar son muy variadas.
En primer lugar la postura oficial, a nivel federal, en voz del propio Presidente de la república que señala el 30 de agosto como el día en que niños y docentes retornemos a las aulas, cuyo argumento principal es que los menores requieren ejercer su derecho a la educación presencial dados los beneficios que otorga y que no se encuentran en la modalidad a distancia, tales como su derecho al juego, la actividad física y la socialización entre iguales, los beneficios para el libre desarrollo de la personalidad, la mitigación de violencia que algunos niños llegan a sufrir en sus hogares y, de manera muy especial, su salud socioemocional.
A contraparte, la postura oficial también, pero a nivel estatal, que es completamente heterogénea, porque a pesar de que cada día nos enteremos que son más las entidades que se suman a la intención del retorno presencial, sabemos también que las asociaciones de padres de familia (que exigen medidas y protocolos claros e incluso empiezan a exigir la vacunación para los menores antes del retorno), secciones y corrientes sindicales de los docentes y situación epidemiológica son distintos. Ello sumado al desconcierto de saber que en la mayoría de estados los contagios por COVID-19 van en aumento.
Y lo más importante, a nivel individuos, con las reuniones en que he podido estar presente a propósito del Taller intensivo de capacitación docente y el Consejo Técnico Escolar en su fase intensiva, tanto con autoridades estatales, supervisores, asesores y directores escolares, donde me doy cuenta que a pesar de nuestra buena voluntad y profesionalismo aún existen más dudas que respuestas para lo que anticipamos escuchar en voz de los docentes.
Nadie duda que parte de la solución para muchos males que empiezan a observarse como el aumento en el bajo aprovechamiento académico, abandono escolar, depresión, obesidad o violencia hacia los menores se reduciría con el retorno a las aulas…de la misma forma en que tampoco se puede negar que otra parte de la sociedad juzga como poco viable regresar a la escuela en el momento justo en que, a excepción de Chiapas, el resto de México se encuentra en color amarillo, naranja o rojo en el semáforo de riesgo epidemiológico.
Los docentes como sea, tenemos un trabajo y con profesionalismo acataremos las indicaciones oficiales. Sin embargo, como van las cosas, al parecer la verdadera decisión de sí las actividades escolares se retoman en agosto dependerá de cada padre de familia o tutor.