Bajó el volumen de la radio y echó un vistazo a su retrovisor: ninguna luz, ningún vehículo. Redujo la velocidad lentamente, de más de 60 kilómetros por hora a menos de 20. Buscó por ambos lados de la carretera para comprobar la ausencia de peatones o ciclistas que frecuentaban la ruta. Miró su reloj, 5:12am. En días anteriores había fracasado en tres intentos de encontrarse completamente solo en ese sitio: 6:28am, 6:02am y 5:35am, así que ahora que por fin lograba su cometido no podía evitar una sonrisa bajo el cubreboca.
Apagó las luces del coche y condujo unos metros más hasta estacionarlo a un costado de la reja del edificio. Abrió la guantera del auto y dejó allí su billetera. Luego tomó el celular y lo guardó en la bolsa de su pantalón.
Al bajar del auto notó un calor ligero que la lluvia de los días anteriores no consiguió apagar. La claridad era escasa, pero suficiente para admirar el deteriorado edificio de múltiples ventanales que desde hacía semanas se presentaba ante él como una barrera. Lo recorrió de arriba abajo, y de derecha a izquierda…seguía pensando que tenía más pinta de hotel que de exescuela.
Cogió una piedra y la tiró del otro lado de la reja. Luego del eco del proyectil, aguantó la respiración para notar mejor algún otro sonido. Nada. Después de unos segundos tomó un barrote del cancel con cada mano y fingió toser. De nuevo el silencio. Sintiendo el corazón latir a más velocidad subió el pie derecho a una protuberancia del cancel y trepó de un impulso hasta la parte más alta; casi se va de boca al amortiguar mal el salto que lo llevó al otro lado de la reja, su mano derecha en el piso le salvó de un golpe, pero la izquierda no evitó que el celular rodara a unos metros de distancia…estuvo a punto de correr por el sobresalto que le produjo una paloma que agitó las alas al abandonar la palmera en que se encontraba. Se colocó en cuclillas y respiró profundamente para tranquilizarse. Luego caminó para alcanzar el celular, lo guardó y de nueva cuenta se agachó. Afinó el oído, la vista. Recorrió una vez más lo que tenía al frente, lentamente dio una vuelta completa. Nada, era la única persona en ese lugar.
Se levantó despacio y caminó unos pasos. Se detuvo al escuchar un sonido que venía de la carretera y al mirar atrás notó las luces altas de un coche…se quedó inmóvil. Reconoció el emblema de un avión en el taxi que pasaba. Luego esperó unos segundos hasta que el sonido del motor se desvaneció a la distancia.
Enseguida caminó con sigilo por un costado del edificio hasta el patio trasero de la escuela. Todo iba bien, pero su corazón latía tan fuerte que tuvo que detenerse y bajarse el cubreboca para tomar algunas bocanadas de aire, aunque éste resultó tan cálido que se arrepintió de no traer consigo la botella con agua que dejó en el auto.
Al llegar al patio notó un tierno color rojizo en el cielo tras las montañas que se veían a la distancia, primer indicio de que el sol pronto emergería. Enseguida caminó hasta un viejo árbol que se encontraba en un costado del patio. Lo trepó y colocó su celular en una de las ramas, listo para cumplir con su obsesión de observar por enésima vez, pero primera desde ese sitio, al volcán Sangangüey junto al nacimiento de ese día.