Mi recorrido lector

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Terminé de planear mi primer mes de clases de un bonito curso sobre el desarrollo de la literacidad…les comparto algo que escribí para mis futuros estudiantes y que ellas y ellos también tendrán que hacer:

Mi recorrido lector.
Mis primeros libros fueron una colección de cuentos infantiles que mi mamá me compró. Recuerdo que tenían pocas páginas de papel satinado con imágenes muy bonitas, tan descriptivas que una vez que ella me los leía, luego yo podía seguir la trama con solo verlas; venían títulos como Alí Baba y los 40 ladrones, Caperucita Roja, El sastrecillo valiente, Los tres cerditos o Aladino y la Lámpara Maravillosa…y sí, los tenía rayados y mutilados, lo sé porque mi mamá los guardo y también los usaron mi hermano y tal vez mi hermana años después. De eso en más, no recuerdo que en el preescolar me haya leído mi maestra.

Aprendí a leer convencionalmente en la escuela primaria y aunque quizá no lo crean, un recuerdo que siempre platico con gusto es viajar junto a mi mamá en el camión urbano y ver por la ventanilla varios anuncios con las palabras «Estética unisex», solo que yo las leía muy bajito como «Estetíca unísex» (con acento en las letras «í» de cada palabra), después me corrigió mi mamá, claro.

En los primeros años de escuela mis libros favoritos eran los de español, el libro de ejercicios y especialmente el de lecturas: sus adivinanzas, refranes, coplas, trabalenguas, poemas, fragmentos de cuentos y sus canciones (aún me acuerdo de: 🎵»¡Lázalo, lázalo, lázalo, lázalo que se te va! Y échame los brazos mi alma si me tienes voluntad…o «Ya me voy a despedir del violín y la guitarra; si ustedes quieres seguir, aquí dejo mi jarana»).

Recuerdo que pasaba mucho tiempo en casa de mi abuela, donde un tío compraba la revista Don Balón y las dejaba en el baño donde luego también yo las leía. Igual en la sala había un librero donde el mismo tío tenía una enciclopedia de 12 o 15 tomos de la participación de México en los mundiales…cuando no estaban los primos para jugar yo podía pasar horas frente a esa colección leyendo datos futboleros y sorprendiéndome con sus fotografías.

Tengo presente que con lo que ahorraba del dinero que me daban para la escuela compraba historietas y uno que otro cómic, desde Condorito, Coné, Capulinita, Memín Pinguín, Pato Aventuras y otros títulos de Disney, La pantera Rosa, Voltron, Spider Man y lo que se me atravesara, hasta los prohibidos que no me dejaban comprar, pero que algún primo o tío escondía también casa de mi abuela, como El Mil Chistes, libro vaquero o la familia Burrón (lo siento ma, algún día lo sabrías😅). Llegué a tener tantos que más de una vez vendí algunos para ir a las maquinitas Moy o para comprarme uno de esos relojes con calculadora que en ese tiempo todo niño deseaba.

A la par de ello en la escuela me gustaba cuando había algún libro aunque creo que no fueron tantos. Lo que sí fue muy especial fue al llegar a 6° cuando mi maestra Paloma Vargas y el director Alejandro Gómez me dijeron que podía llevarme un libro prestado de la recién instalada biblioteca escolar cada que quisiera; leí muchos títulos, especialmente unos de mitología griega de ilustraciones sencillas con los que me divertí tanto y que jamás he vuelto a ver, que supongo que no eran de los que otorga la SEP sino que alguien los había donado a la escuela.

Luego leí libros y otro tipo de publicaciones que no me creerían, de esos que veía en los tianguis y que me costaban $5 o $10 pesos y que me, sin importar el tema, me parecía una bovería que estuvieran entre otros cachivaches sin que nadie los leyera…leí cuentos, dos fotonovelas, «la búsqueda» y no sé cuántas cosas más. Luego tuve otra tía cuyas cuñadas profesaban una religión distinta a la mía y supongo que haciendo publicidad a sus creencias me pasaban libros y revistas de adaptaciones bíblicas para niños…y claro igual me los leí, recuerdo El diluvio, Moisés, David y Goliat, Sansón y Dalila, y El Soñador.

En primero de secundaria tuve una maestra que hoy comprendo que no planeaba sus clases, pero que a mí me gustaban porque lo que hacía era sentarse al escritorio con una bolsa de cañas (seguro no era diario, pero yo así la recuerdo siempre) y pidiendo que abriéramos el libro en x página y que copiáramos en el cuaderno el texto que ahí venía (cuentos, fragmentos de novelas, mitos y leyendas, entre otras), yo a veces no terminaba la copia por leer otras páginas y cuando ya faltaba poco para que la clase terminara llenaba párrafos escribiendo otras cosas o combinando de lo que leía, pero siempre respetando el título encargado con pluma roja. Nunca se dio cuenta. Recuerdo otro día en que nos llevaron a la polvorienta biblioteca y descubrí el libro de «Atrapados en la escuela» que me encantó tanto que lo escondí en otros anaqueles para que nadie más lo tomara. Fue otro secreto que disfruté cuando había manera de entrar a la biblioteca. Más adelante, en tianguis y bazares vinieron otro tipo de publicaciones de segunda mano donde igual agarraba parejo, desde tele guías atrasados, revistas como Eres, Somos, Vochomanía, Men’s Health, Reader’s digest, («corría» a secciones como «Gajes del oficio», «Citas citables» y «La risa remedio infalible») de futbol y de Nacional Geographic.

Creo que 2° y 3° de secundaria fue cuando leí menos debido a que me llegó la fiebre del futbol y anduve de voladillo (pero igual leí uno de ejercicios físicos de Charles Atlas, producto de un curso por correspondencia que mi papá había comprado y encuadernado cuando estuvo soltero… y ahí me tienen haciendo lagartijas y comiendo yemas cual zorrillo 😅).

Luego en bachillerato y primero de licenciatura las fracturas en el futbol me hicieron retomar la lectura…desde la confesión de los asesinos de Villa, la visita de un Papa a México, los primeros libros de Office, unos libros de espiritismo que compré en un bazar (que cuando una tía me los encontró me regañó y ya me andaba excomulgando) y cuánto título me llegaba, hasta los que mis compañeros compraban y circulaban en las aulas y que no importaba si eran grandes obras, temas de moda, superación personal, educación o psicología («La casa de los espiritus», de Isabel Allende, «Juventud en éxtasis», «Juan Salvador Gaviota», «Ensayo sobre un místico moderno», «El caballero de la armadura oxidada», «El llano en llamas», «El Alquimista» de Coelho, «Normalista» de Adela Palacios y creo que hasta unas páginas de «Cien Años de Soledad»).

Cuando iba a prácticas a las escuelas primarias siempre pensaba en libros para leer a mis alumnos, ya fuera de las mismas bibliotecas de aula o escolares o bien de las municipales, a donde por esas fechas, era un usuario asiduo del préstamo libros a domicilio.

Hacia el final de la carrera y recién egresado me dio por comprar novelas que venían de a tres en unas ediciones comercializadas también por Reader’s digest que aún conservo y he llegado a releer, luego temas de pedagogía en los libros de la BAM, de oratoria, política, administración…en fin.

Hoy leo de manera más selecta claro, me gusta tanto ficción (cuentos, novela y un poco de poesía) como no ficción y por mi trabajo leo también temas de didáctica y pedagógica.

Y ya para terminar, por si alguien se lo pregunta, claro, leer motiva a escribir…en mi caso primero para mí, luego para compartir con la familia, los amigos, la novia, la escuela…luego un concurso por aquí y otro por allá…hasta llegar a mantenerme 4 años de mi vida, entre otras cosas, de publicar columnas, reportajes y entrevistas… pero como decía la Nana Goya «esa es otra historia».


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