Esta semana concluyó formalmente el diplomado de alfabetización Inicial, aquel que empezó desde el segundo viernes del presente ciclo escolar. Como he dedicado algunos registros a esta actividad me parece necesario cerrar esta tarea con una reflexión final.
Empiezo preguntando porqué no existen más espacios de este tipo, fue una oferta tan prudente, tan necesaria, que lo primero que viene a mi mente es eso, porque soy consciente respecto al esfuerzo que requiere diseñar cada curso, taller o diplomado y respeto mucho esta tarea, sin embargo, no puedo pasar por alto que hay algunos que seguramente en la mente de quienes los diseñan tienen sentido, pero al igual que muchos productos fallidos en el mercado, aparecen para tratar una demanda «que nadie compra», que pocos necesitan o quieren…y no es que crea en la necesidad de responder siempre a lo que urge, «a la inmediatez» como dice una compañera maestra, pero sí pienso que todas estas ofertas deben llegar cuando importan, ya sea en el plazo inmediato, o en un poco más de tiempo, para que desde que se presenten convenzan a quienes deberían ser los aspirantes. O porqué si no los espacios para tomar algunos de esos cursos se agotan rápidamente y para otros se debe hacer labor de convencimiento para que los docentes se inscriban.
Otro factor relevante fue, como lo he escrito en otras oportunidades, el tiempo en que apareció la propuesta: justo al arranque del año lectivo. Es entonces es cuando más hace falta tener acompañamiento para trabajar con un grupo de primer grado, cuando a muchos docentes les atemoriza guiar a esas niñas y niños que deben «aprender a leer y escribir», nada menos que uno de los saberes más importantes en la vida. Entonces este diplomado cuya primer sesión presencial fue el viernes 9 de septiembre, desde un inicio estaba destinado a ser atractivo (a no ser que alguien recién lo hubiera tomado o que cuente con tantos saberes y experiencia que haya dudado de la viabilidad de tomarlo) por esta «simple» razón.
Después viene el contenido del diplomado, que refleja un conocimiento profundo de quien lo diseñó: el maestro Nicolás Contreras Sánchez, a quien desde un inicio dimos las gracias y crédito por ello. El diplomado se desarrolla en cinco módulos que tienen un orden claro y lógico. A los docentes del grupo que atendí los guio muy bien, desde las reflexiones iniciales del reto que enfrentaban hasta comprender que ser un usuario de la cultura escrita es una tarea mayor, que si se trabaja para ello todo cobra sentido. Al final del módulo V, los docentes realizaron productos creativos como videos, podcast, presentaciones o escritos que reflejan bien el recorrido en su aprendizaje.
Y lo último, pero tan importante como todo lo anterior, es la posibilidad de formar grupos de trabajo con una finalidad bien definida y con una comprensión de su valía, que incluso trasciende al diplomado. Me daba mucho gusto que tanto en las sesiones a través de la pantalla, como en el trabajo presencial a contraturno, se presentaran momentos en que los docentes se cuestionaban sobre sus prácticas, se retroalimentaban, se ofrecían materiales, sugerencias, se escuchaban y parecía todo como si fueran un grupo de docentes aún en formación debido al compañerismo que percibí. Espero que esto siga, que espacios como este sean frecuentes, que aprovechemos la dinámica originada y lo más importante: que todo esto tenga un impacto en los estudiantes de escuela primaria, que como muchos autores lo dicen directa o indirectamente: del aprendizaje de la lengua escrita y sobre todo de la forma en que ello ocurre, depende en gran medida el tránsito y disfrute de los alumnos por la escuela.