De las actividades que tuvieron lugar esta semana, hoy quiero reflexionar sobre una que generó incertidumbre entre algunos compañeros asesores, supervisores y directores escolares: el recibimiento por parte de los docentes de los cambios propuestos para la primera sesión de CTE de este ciclo, o mejor dicho, Primera sesión ordinaria del Consejo Técnico Escolar y Taller Intensivo de Formación Continua para Docentes. Y es que tal como había escrito la semana pasada, en el caso de Nayarit esta actividad se pospuso del día 28 de octubre al 4 de noviembre, debido a los daños causados en algunas escuelas del estado por el huracán Roslyn. Dicha espera propició diversas reacciones, de entrada ocasionó que algunos directores y docentes se preguntaran sobre la viabilidad de llevar a cabo dicha sesión y en su lugar simplemente revisar en forma individual los insumos sugeridos por las autoridades educativas; otros en cambio aprovecharon el tiempo para revisar con más calma la propuesta y ajustarla de acuerdo a su realidad. Y aunque seguramente hubo otras posturas (quizá simplemente omitir el CTE/Taller) quiero detenerme y analizar las dos posibilidades antes descritas.
En primer lugar, haber omitido el CTE y Taller intensivo de formación continua, e incluso dejar al arbitrio de cada colectivo la decisión de su realización habría significado un desdén total hacia el cambio que se pretende realizar en esta propuesta, no por desconfiar de la capacidad de los docentes en cuyo profesionalismo creo, sino porque de permitirse, el mensaje tras esa decisión sería que cada quien puede hacer lo que guste, que finalmente ello no tendría repercusión alguna en la forma en que se desarrollen no solo estos espacios sino el resto de días programados al respecto, sobre todo en lo que al taller intensivo de formación se refiere (recuerden que para este año además de los ocho días en que el taller se armoniza con las sesiones ordinarias de CTE están previstos veintidós días más, correspondientes a tres periodos a desarrollarse una vez que empiece la segunda parte del ciclo, lo referente al 2023: del 2 al 6 de enero; del 5 al 9 de junio, y el 27 y 28 de julio de 2023, más dos semanas de taller, pero con presencia de alumnos, del 3 al 14 de julio. Y claro, si consideramos los 5 días de la fase intensiva que ya tuvo lugar del 22 al 26 de agosto, suman en total 35 días de capacitación). De modo que desde mi postura aplaudo la exigencia para desarrollar el CTE y taller. El mensaje inicial es el adecuado.
En segundo lugar, referente a los directores escolares que no solo llevaron a cabo la sesión de CTE y taller intensivo con sus docentes, sino que además aceptaron el reto de emplear para bien la posibilidad de prepararse a conciencia (aún dentro de las múltiples responsabilidades que deben cumplir), quiero confirmar que tuve la posibilidad de palpar el desarrollo del CTE y taller intensivo con dos colectivos pertenecientes a la zona escolar donde me desempeño y lo que vi me agradó. Encontré, sobre todo en uno de ellos, a un director que haciendo uso de su experiencia y visión crítica dio la libertad requerida a sus docentes para que ellos mismos revisaran los insumos tanto para el CTE como para el taller, los analizaran e incluso cuestionaran, con lo cual –hablando de nuevo de mensajes– se cumple con la responsabilidad que le corresponde a estas figuras clave para llevar a buen término las aspiraciones de la nueva escuela mexicana.
Lo anterior, sumado a la denominada autonomía de gestión escolar donde cada colectivo decidió trabajar además con aquellos temas que más interesan o urgen abordar (resultados de prueba SEP-MEJOREDU, ajustes al diagnóstico del PEMC y sus respectivas proyecciones en objetivo y metas; temas de incidencia local que van desde la seguridad escolar y la atención al rezago escolar, entre otras posibilidades) podría dar paso a que los docentes se sientan escuchados, pues habría una base común de trabajo, pero transitando hacia una mayor libertad. Ello en contraparte de la interpretada obligatoriedad de seguir en forma tajante los puntos que señalaban las guías de CTE, representa el mismo tiempo un riesgo y una valiosa oportunidad de que este espacio cumpla su papel y por fin se instaure como el órgano colegiado de mayor decisión técnico pedagógica de cada escuela de Educación Básica.
Termino esta pequeña reflexión recordando la analogía que alguna vez compartí en otro espacio:
De la misma manera en que un director de orquesta es considerado como parte vital para una sinfónica, un director escolar influye de manera fundamental en la forma en que una institución educativa desempeña su función. De sus cualidades y limitaciones dependerá en gran parte el éxito o fracaso escolar.