En esta época de trabajo a la distancia es muy común que en las videollamadas entre maestros y alumnos se escuche a padres de familia susurrar alguna respuesta a sus hijos («di que el sistema nervioso»… «105» …»pídele que lo repita»). Lo sé porque desde hace varias semanas retomé la observación de clases. Entro, saludo, observo, APRENDO y, si hay lugar y los docentes lo piden, doy alguna sugerencia después, en privado.
Hasta el momento todos los docentes que he observado han dejado pasar ese detalle y me ha resultado muy curioso. Dudo que se deba a que los maestros no se den cuenta, es casi imposible, más bien es que deliberadamente hacen «oídos sordos» a esas ayudas y orientaciones que la mamá, el papá, el abuelo, hermano o cuidador del niño le brinda. Una especie de «detrás de cámaras», cual director de cine a los actores en escena.
Desde mi punto de vista, los maestros hacen bien en mantener esa «neutralidad». La razón es que tampoco son cuchicheos tan constantes ni prolongados sino más bien ocasionales, así que más que molestar, esos actos deberían ser considerados como parte del interés verdadero de los padres y tutores por que sus hijos sean vistos por los docentes como alumnos aplicados a la clase. En todo caso vería adecuado que sugieran a los padres presentes ahondar el tema con los niños.
Seguramente quienes hacen eso son los que en la modalidad presencial, revisaban y revisarán la mochila que lleva el niño para cerciorarse que va completa (libros, cuadernos, lápiz…), que acompañan a los pequeños a la escuela, que a veces «los espían» en el aula o en el patio de juegos. Que cuando vuelven a casa les preguntan qué aprendieron en la clase, en la semana, o al menos se preocupan por saber cuál es la tarea del día.
Así que, en presencial o a la distancia cuando un niño cuenta con la compañía y guía cercana de un adulto, de sus padres es lo ideal, tiene más posibilidades de éxito, en la escuela y en la vida, en comparación con un niño superdotado sin dicho acompañamiento. Y claro, mucho mejor cuando se juntan inteligencia y una infancia bien guiada.
Por más susurros en las videollamadas.