La tarea…

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Todo ocurrió una tarde cualquiera en la Escuela Normal, donde las horas escolares se empleaban en aprender la didáctica de las asignaturas, revisar la práctica docente o analizar textos educativos. Entre receso y receso platicábamos de cualquier cosa o aventajábamos en las tareas pendientes. Pero otras veces los hombres aprovechábamos los minutos u horas libres para correr hasta las canchas de la escuela para jugar futbol.

En una de esas tardes de patear el balón y sudar el uniforme por los cinco pesos que apostábamos entre nosotros para la torta o el refresco, un amigo recordó que no había hecho la tarea de la clase que seguía. “¡Y es el maestro M..!” recordaba el nombre del docente con respeto. Entonces quiso ir de vuelta al salón para realizar el pendiente pero lo detuvimos entre todos, no por querer que incumpliera con la tarea sino porque si se iba un equipo quedaba incompleto y el partido terminaba… “Ahorita la haces” decía uno, “yo te ayudo, es cosa de diez minutos” decía otro. Total que lo convencimos.

Jugamos hasta el último minuto del receso y nos fuimos corriendo al salón antes de que el maestro llegara. Entramos al aula entre quejas y regaños de las compañeras mujeres por los olores que despedíamos, combinación de  sudor y desodorante en aerosol que todos compartíamos.  Cuando el maestro llegó al salón nos saludó, tomo lista y pidió la tarea. Los que la hicimos la sacamos. Recordé al que por cinco pesos y nuestras promesas de ayudarlo se había quedado sin hacerla.

El maestro pidió voluntarios para leer la tarea pero como no hubo alguno tomó su lista y repasó los nombres con la mirada. Y tan grande es Dios o tan metiche el diablo que al primero que nombró fue al que más se lo temía: el que no cumplió por quedarse en las canchas. Los del futbol nos miramos, unos sentimos miedo por él y otros volvieron mudas sus risitas burlonas. Para sorpresa de todos, mi amigo se puso de pie y, con el cuaderno en blanco hizo lo inesperado: ¡fingió que leía! 

La mentira le funcionaba y con su fama de rollero más de uno pensó que triunfaría. Estoy seguro que entre los futboleros alguno tomó su mano derecha con la izquierda para evitar aplaudir y celebrarlo cual si fuera el un gol en la cancha…el engaño casi se culminaba pues el maestro M escuchaba con atención mientras asentía con la cabeza. Pero el engaño se vino abajo rápidamente porque el mentiroso que se había mostrado seguro al sacar palabras de la página en blanco, de repente soltó dos o tres “este”, luego un “estee” y al final un “esteeee” que indicaba que el rollo se le acababa. Por un instante se quedó en silencio sin despegar la vista del cuaderno. Los hombres conscientes de lo que le esperaba nos mantuvimos a la expectativa, vimos al mentiroso, al maestro… en mi caso que me gustaban tanto las apuestas miré a otro de los cómplices entrecerrando los ojos, como diciendo en silencio «diez pesos a que lo saca del salón» , cuando de repente…

¿No hiciste la tarea verdad? — preguntó el maestro incrédulo.

No…— respondió secamente el mentiroso y se sentó derrotado.

Ya en la silla se puso rojo, casi morado de pena.

Pensé que el maestro se enojaría. Lo imaginé reprimiéndolo, sacándolo del salón o hasta dándole un zape en la cabeza, que bien se lo merecía. Mi amigo seguía fuera de color y el maestro M sin saber cómo reaccionar (pienso yo), miró a la lista y simplemente nombró a otro para que leyera la tarea, así sin más. No estoy seguro, pero creo haber visto en su rostro una leve mueca de sonrisa. 

En cuanto terminó la clase y el maestro se retiró nos acercamos con el mentiroso. Las risitas contenidas se volvieron carcajadas y frases de desahogo «No manches, ¿cómo te animaste?», «te pasas de rollero», «¡de la que te salvaste!».

En el receso que siguió después, ya tranquilos, nos fuimos todos a la lonchería a cobrar o pagar el dinero de la apuesta. Mi amigo se tomó la soda muy lento, con la vista medio perdida. Y yo nunca supe si fue para terminar de tragarse el miedo que todavía traía atorado en la garganta o porque ese refresco más que ningún otro le supo a gloria.

 

Dedicado con afecto para mis excompañeros de generación del Instituto Estatal de Educación Normal de Nayarit…

 




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