El aula como laboratorio del pensamiento: notas sobre la charla de Delia Lerner

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Escuchar a Delia Lerner, célebre investigadora sobre la didáctica de la lectura y la escritura, y referente para muchos de nosotros, invita a abrir los oídos y la mirada a la posibilidad de pensar la enseñanza como una forma de investigación y a reivindicar el aula como lugar de producción de saber.

El pasado 23 de octubre, más de 1,600 docentes, estudiantes, investigadores y personas interesadas en el tema pudimos verla y escucharla, a través de las pantallas, gracias al Primer encuentro del Ciclo de Conferencias de América Latina (de la Red Latinoamericana de Alfabetización). Su conferencia, llamada «El nacimiento de la investigación didáctica, caminos y descubrimientos” recupera los aprendizajes de aportes clave en investigación sobre alfabetización, a lo largo de varias décadas, hasta llegar a la irrupción de las tecnologías actuales.

Como siempre, en el afán de compartir con quienes estén interesados, a continuación les presento un resumen de las ideas presentadas por Delia Lerner en su conferencia.

El nacimiento de la investigación didáctica, caminos y descubrimientos

Bajo la moderación de Giulianny Russo (en portugués) y la apertura de Giovanna Zen, presidenta de la Red Latinoamericana de Alfabetización, la conferencia fue un reencuentro con las raíces de una pedagogía latinoamericana que se sabe heredera de Emilia Ferreiro, Ana Teberosky, Telma Weisz, y tantas maestras que, como Lerner, han hecho de la docencia un territorio de pensamiento vivo.

1. El origen de una pregunta didáctica

Lerner inició con una afirmación que resume toda su trayectoria: la investigación didáctica no nació en un laboratorio, sino en las aulas, allí donde se intentaba responder una preocupación concreta: cómo evitar el fracaso escolar en la alfabetización.
En sus palabras, el punto de partida fue “acercar la enseñanza al aprendizaje”, un cambio radical frente a los métodos tradicionales que exigían a los niños adaptarse a la lógica del maestro. Desde entonces, esa ha sido una constante en su obra: pensar la enseñanza no como imposición, sino como diálogo con el pensamiento infantil.

La conferencia recuperó la experiencia venezolana de los años ochenta (en que Lerner participó), cuando los docentes, luego de trabajar con problemas matemáticos abiertos, notaron que sus alumnos pensaban con libertad en esa área, pero no así en lectura y escritura. Esa observación desencadenó el primer proyecto de investigación didáctica en lengua escrita. Delia Lerner lo explica con claridad: los niños no son meros receptores; aprenden en función de cómo se les enseña. Así nació una convicción que marcó a toda una generación: investigar la enseñanza desde dentro del aula. No para aplicar teorías externas, sino para generar conocimiento pedagógico genuino.

Mencionó todo el mérito que en ello tuvo la obra publicada por Emilia Ferreiro y Ana Teberosky: «Los sistemas de escritura en el desarrollo del niño».

2. De la psicogénesis a la comunidad didáctica

Lerner trazó un recorrido que va del diálogo con la psicogénesis de la lengua escrita hasta la consolidación de una comunidad didáctica latinoamericana. Menciona encuentros decisivos (y totalmente desconocidos para muchos de nosotros) como el de México en 1987, donde convergieron Ferreiro, Kaufman, Teberosky, Nemirovsky y Telma Weisz. De ese cruce surgió un modo de entender la enseñanza como objeto de estudio en sí mismo, y no como simple aplicación de teorías psicológicas o lingüísticas.

Esta idea de tomar la enseñanza como un campo de conocimiento autónomo sigue siendo una bandera urgente. En palabras de Lerner, “enseñar no es aplicar, es investigar”. Y si hoy la Red Latinoamericana de Alfabetización existe, es porque esa convicción echó raíces.

Uno de los aportes más citados de Lerner se revisita con fuerza: las cuatro situaciones didácticas —leer a través del docente, escribir a través del docente, leer por sí mismos y escribir por sí mismos—, que constituyen la columna vertebral de la enseñanza de la lengua escrita. Cada una cumple funciones específicas y se articula con las demás. Juntas hacen posible que las niñas y los niños se apropien del sistema de escritura mientras participan de la cultura escrita. “Leer no es descifrar letras, es construir sentido; escribir no es copiar palabras, es decidir qué y cómo decir.”

El enfoque, profundamente humanista, reubica la alfabetización como un proceso cultural y cognitivo, no como entrenamiento mecánico. Y al hacerlo, devuelve dignidad al trabajo docente: donde cada maestra y maestro se convierte en mediador del sentido, no en repetidor de métodos.

3. Entre la teoría y la realidad escolar

Algo que me agradó bastante es que Lerner no eludió hablar de ciertas tensiones. Reconoce que la enseñanza debe partir de lo real, de las condiciones concretas de la escuela, sin abandonar lo posible y lo necesario (en una especie de recordatorio a ese célebre libro que muchos hemos leído en algún momento de nuestra formación inicial o en nuestros años de servicio: «Leer y escribir en la escuela. Lo real, lo posible y lo necesario»). En su diálogo con las moderadoras, subrayó que la investigación didáctica solo cobra sentido cuando se construye con los maestros, en interacción constante, revisando prácticas, detectando malentendidos y ajustando las propuestas.

Particularmente anoté con emoción que: «Los maestros son (¡somos!) también productores de conocimiento. De ellos aprendemos los límites de nuestras propias ideas». Esa reciprocidad entre ver a la práctica docente no solo como origen, sino al mismo tiempo como fuente de teoría es una herencia valiosa de estas célebres investigadoras.

4. Alfabetizar es un acto de justicia social

En la parte final, Delia Lerner retornó al principio ético que atraviesa toda su obra: alfabetizar es un acto político. No en un sentido partidista o militante, sino en sentido de la importancia de de defender el derecho de todos los niños y niñas a ingresar al mundo de lo escrito desde su propio pensamiento.

Su conferencia no solo conmemora un nacimiento; es también un recordatorio: la alfabetización sigue siendo una promesa inconclusa de equidad, por la que vale la pena luchar. Y cada maestro que enseña a leer y escribir con sentido crítico y ternura se vuelve (nos volvemos) heredero(s) de ese proyecto latinoamericano que soñó, y sigue soñando, con una escuela capaz de transformar el mundo desde abajo.

Esta Red que, no lo sabía, pero nació inspirada por otra grande (Emilia Ferreiro) hace más de tres décadas, se reafirma hoy como un espacio de resistencia y esperanza en toda América latina.

Como dijo su presidenta Giovanna Zen, “trabajar por la red latinoamericana de alfabetización es continuar una obra colectiva que apuesta por el poder transformador del conocimiento y de la docencia”.


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