Qué pena me da haber dejado de lado este espacio durante casi cinco meses…y más pena leer que el título del último posteo decía “Algunas novedades para retomar el blog”, cosa que, claro está, no hice.
La razón de este abandono momentáneo se debió a algunas de estas razones (adivinen cuáles):
- Soy espía profesional y anduve metido en una misión ultra secreta. Hice casi todo normal en mi vida, excepto dormir (aproveché las horas de sueño para ir y venir a lugares distantes).
- Me sigo adaptando al nacimiento de mi segunda hija, nuevos horarios y responsabilidades compartidas con mi esposa. Ello, más tener que llevar la vida familiar y laboral me trajeron ocupadísimo.
- Participé en un proceso para convertirme en consejero electoral, iba en primer lugar, pero el amor por lo que soy (y mi falta de experiencia) fue más fuerte que la búsqueda de otros intereses.
- Descuidé mi salud y tuve niveles de colesterol y glucosa algo elevados. Además, necesito sacarme una muela, pero ella y el ISSSTE me están dando la batalla. Ahora estoy a dieta y en modo “Zen”.
- Me hice amigo de dos nutrias y una ardilla a las que voy a ver cada día…el tiempo a su lado pasa volando y creo que ya empiezo a entenderles. Siento gran fascinación y quizá un poco de miedo.
- Dediqué gran parte de mi tiempo libre a leer cuentos y poemas, escuchar música, tocar guitarra, ver películas de Burt Lancaster, jugar pádel, hacer senderismo y escribir textos variopintos.
- Tuve problemas con la empresa que me brinda el hosting, querían cobrarme demasiado por el certificado SSL (archivo para la identidad del sitio web). Al fin mi hermano me ayudó a solucionarlo.
Sean cuales sean esas razones, lo importante (digo yo) es que estoy aquí, listo para escribir de nuevo en el blog …y he decidido que lo retomaré con una anécdota, aquí les va:
Hace unas semanas, aprovechando una visita laboral a la Ciudad de México, me compré un libro que vendían en el pequeño café del hotel Central, que desde hacía varias visitas a la zona me hacía ojitos. Su título es “Las 365 experiencias que debes vivir en la ciudad de México”, de Juan Luis R. Pons.
Una vez cumplidas mis responsabilidades laborales, me di a la tarea de leer el dichoso libro con lápiz en mano, subrayándolo y tomando nota de los lugares, recorridos, compras y otras sugerencias de experiencias que había que vivir…aún con el poco tiempo disponible pude aplicar algunas propuestas, desde entrar a zonas poco conocidas del Castillo de Chapultepec, recorrer la Cineteca Nacional, probar la salsa verde en La Casa de los Azulejos, hasta tener una charla filosófica con un organillero, aprender a regatear en la Lagunilla, e ir a conocer el café donde el Che Guevara y Fidel Castro planearon la revolución cubana: el café la Habana.
Para empezar, cuando llegué al café me topé con un ambiente de esos que te invitan a quedarte: poca gente, buena música, servicio atento, comida rica, café excelente. Cerca de mí, un grupo de hombres de distintas edades conversaba animadamente en torno a libros, autores, citas y entrevistas. Al observarlos, creí reconocer a dos: uno, pensé, era el periodista Guillermo Ochoa (sí, el mismo que por años apareció en Televisa); el otro, juraba, era Jorge Esquinca. Y tenía sentido, al menos para mí. Decidí que, si se daba la oportunidad, intentaría saludar a Esquinca.
Mientras tanto, pedí dos bebidas: un café de la casa —que olía a promesa cumplida— y un ponche habanero que me recomendó la mesera. Entre sorbo y sorbo, me levantaba para tomar fotografías de los cuadros que adornaban las paredes, sintiéndome como en una pequeña galería escondida en plena ciudad.
En uno de esos recorridos fotográficos, noté que el grupo se levantaba para irse. Me acerqué con la mejor de mis sonrisas… y ahí vino el giro inesperado: no eran ni Ochoa ni Esquinca. Ni por asomo. Eran, simplemente, un grupo de amigos cultísimos. Aunque, para ser justos, uno de ellos sí era escritor: Manuel Sauceverde, un poeta, como después supe.
Salí del café con el libro en la mano, la cámara del teléfono llena de fotos, el sabor dulce del ponche todavía en la boca y esa sensación agradable que dejan los lugares que parecen tener historias escondidas en cada esquina. Y pensé que, de alguna manera, este blog es un poco como ese café: un lugar que puedo dejar de visitar por un tiempo, pero al que siempre vale la pena volver, porque aquí también me esperan conversaciones, descubrimientos y el gusto de compartir.










